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me solicitó un artículo para publicar en su página web, y se me ocurrió que un tema interesante podía ser el del título de este artículo. Si desean leer el original lo encontrarán en el Blog MyHeritage.

En cuanto a las Costumbres de poner nombre a los niños, existen tradiciones utilizadas principalmente en España y en Italia, que pueden ayudarnos a conocer el posible nombre de nuestros antepasados y su fecha de nacimiento:

  • Repetir el nombre de abuelos
  • El nombre del santo y su fecha conmemorativa

En otros países se utilizan prefijos y sufijos en los apellidos para determinar las ascendencias y descendencias, pero este será tema de otro artículo.

Repetir el nombre de abuelos

El primogénito llevaba el nombre de su abuelo paterno.
El segundo hijo varón llevaba el nombre de su abuelo materno.
La primogénita llevaba el nombre de su abuela paterna.
La segunda hija mujer llevaba el nombre de su abuela materna.

Esta tradición era un modo de perpetuarse a través de los hijos y nietos.


El nombre del santo y su fecha conmemorativa

Esta es una tradición católica muy antigua ya que consideraban que poner el nombre del santo era como tener al santo dentro de la casa. Se pensaba que así se honraba al Santo y éste pondría a la criatura bajo su protección y amparo. Debían rezarle cada día al menos un Padre nuestro y un Ave María, dar alguna limosna y leer su vida de vez en cuando.

San Juan Chrisostomo (o Juan de Antioquía 347-407) clérigo cristiano, patriarca de Constantinopla, considerado por la Iglesia Católica uno de los cuatro grandes Padres de la Iglesia del Oriente, ya en su tiempo propone

que no se le ha de poner al niño Andrés, porque su padre se llamó Andrés, ni Pedro, porque su abuelo se llamó Pedro, que ese es un motivo muy bajo, muy de carne y sangre y muy de tierra, porque [que] se continúe el nombre de la casa, ese [es] motivo muy de Barbaros. Qué mejor padre que San Francisco. Qué mejor abuelo que San Pablo Apóstol.

Ante la elección del nombre del Santo, que se venera el día de nacimiento de la criatura, el original podía sufrir variaciones:

  • De cambio de género, por ejemplo ponerle Fausto a un niño nacido el 20 de septiembre, por el día de Santa Fausta (virgen y mártir de Asia Menor) o Francisca Caracciola por San Francisco Caracciolo (religioso italiano), nacido el 13 de octubre.
  • Los derivados del nombre del santo del día, por ejemplo Angelina por Santa Ángela de Mérici, el 27 de enero.

Fue el Concilio de Trento (1545-1563) el que convalidó la costumbre de adoptar, para los recién nacidos, nombres de santos reconocidos por la Iglesia católica. Lo cual se cumplió durante un tiempo, pero después se fue relajando y ocurrió que algunos curas se negaban a poner ciertos nombres al bautizarlos, quizás en los casos de nombres que podrían generar problemas sociales a los niños o que los padres los elegían por tradición familiar, evitando que les pusiesen nombres que, juntos a otros o con el apellido, suenen ridículos o injuriosos.

No sabemos si en los primeros tiempos de la iglesia, en que por lo regular se bautizaba a los niños algunos días después de nacidos, se les ponía el nombre del santo del día que nacían o el del día del bautismo.

Aunque la inmensa mayoría de antropónimos derivan históricamente de nombres comunes, en muchas sociedades el significado original del antropónimo es desconocido. Así en la mayoría de sociedades occidentales el nombre es sólo un designador, que no tiene ningún significado particular y sólo mediante el estudio etimológico se conoce cuál es el origen histórico de los nombres. Por otra parte, en muchas de las sociedades conocidas la mayoría de antropónimos tienen origen en un nombre o un significado reconocible, ya que en esas sociedades la posesión de cierto nombre se da por razones simbólicas importantes para el grupo.

La costumbre de poner a los recién nacidos, el nombre de los santos registrados en los almanaques, en la fecha del nacimiento, podía producir verdaderas catástrofes onomásticas, como lo sugiere Héctor Guillermo Villalobos (1911-1946), poeta venezolano, en el poema “Mujer campesina” que comienza diciendo: «Ediviges, Gumersinda, / Críspula o como te llames, / mujer de nombre infeliz / que te puso el almanaque».

También existen otras tradiciones para poner el nombre a los niños, como poner el nombre del padrino o repetir el de hermano fallecido, o de otras personas de la familia fallecidos o admirados. Los romanos tenían tan pocos nombres propios que cuando se les acababan daban a sus hijos nombres de números: Quintus, Sextus, Septimius, Octavius, Nonius, Decius, etcétera.

 

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